martes, 14 de agosto de 2012

leticiada ajena

Ahora que tengo un ratito voy a madar una leticiada ajena...Este es un elemento raro...tiene traitantos años, ha salido de un centro de reinserción o reeducación al que otros llaman loquería y vive con su antiguo compañero de cuarto en la loquería...se tienen que ir adaptando poco a poco a la vida real fuera del centro y ahí está el hombre....en el metro, con su amigo y dos lindos gatitos que acaban de adoptar...y unos niños le están incomodando ( a él o a sus lindos gatitos)....y esto es lo que piensa:


En determinadas ocasiones desearía volver a aquellos buenos tiempos en los que los castigos corporales se consideraban algo natural. Y obviamente no estoy hablando de la enferma violencia contra niños indefensos. Ni en mis más salvajes fantasías se me ocurriría liarme con el cinturón sobre la estirpe en crecimiento, o con la punta del zapato. Pero a pesar de todo no descartaba que un bofetón pudiera tener un carácter educativo en un caso como este. Un sopapo podía resultar muy indicado cuando se trataba de ajustar el curso de un niño que se dirigía hacia parajes salvajes, eso lo sabía por mi propia infancia. Consideraba un gran problema el que muchos adultos simplemente permitieran que todo valiera en lo que respecta a la evolución de los niños. En el bloque en que me crié yo, regía la responsabilidad colectiva. Pasáramos por donde pasásemos nosotros los chicos, salían a orientarnos madres y tías ajenas. La señora Lydersen no cobraba un duro por abrir la ventana de la cocina y lanzar una salva verbal en caso de ver a algún niño masticando un condón usado, o comiendo del barrizal. A la señora Larsen le daba igual que fueran sus propios hijos u otros cualesquiera, cuando intervenía para evitar el estrangulamiento en los tendederos sobre el césped. Tampoco a mi madre se le caían los anillos a la hora de participar en el coro colectivo de regañina que tenía como objetivo convertir en «personas» a los pequeñajos que andábamos por ahí con nuestros triciclos. Todo el día era un continuo establecimiento de límites, con frecuencia hasta el aburrimiento, hay que admitirlo, pero por lo que podía observar, los niños hoy en día sufrían de que a nadie le importaba ya lo que se trajeran entre manos. Era como si valiera todo.

Osea, yo me meo...yo que ahora no hago otra cosa que leer y engordar, no me he podido resistir....me meo..."estirpe en crecimiento", "ajustar el curso"...la vecina que mandaba gratis salvas verbales...la madre que participa en coro colectivo de regañina sin caersele los anillos...memeo.....

Esto es un fragmento del libro que me estoy leyendo..."Elling"...autor Ingvar Ambjornsen....por un párrafo como este y otros parecidos lo recomiendo pero no quería etiquetar esta entrada como libros, ni hacer referencia a otro libro mas...que hasta a mí me está pareciendo que estoy un poco cansina con esto de escribir sobre libros nada mas...leticiada ajena...ea...como si a mi ya se me hubiera ocurrido pero despues...jajajaja

1 comentario:

  1. Pues lo diga como lo diga, el muchacho tiene razón!
    Supongo que el autor nos quiere dar la imagen de alguien que escribe con las mejores palabras que conoce para medio impresionar (de la risa, en tu caso) a quien le lea.

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